La gran plaza del mercado de la prevención de riesgos
La “nueva economía”
Es el contexto el que condiciona tantas veces una realidad funesta, y marca las diferencias. La llamada “nueva economía”, donde abunda la “subcontrata”, nada ajena a la explotación de bandoleros de todo tipo, de cierta canalla empresarial y sus acólitos, deja sentir los efectos adversos sobre le mundo del trabajo. Desde distintos ámbitos se han lanzado advertencias, “blasfemias” que escandalizan a los fariseos de mente anquilosada y retorcida, aunque en realidad denuncian acertadamente un sistema económico que sojuzga a las personas.
“Las democracias no son sino las fachas políticas del poder económico. Una fachada con colores, banderas y discursos interminables, sobre el carácter sacrosanto de la democracia. ... Las elecciones se han convertido en la representación de una comedia absurda, vergonzosa, donde la participación ciudadana es muy escasa, y en la que los gobiernos representan a los comisarios políticos del poder económico” (J.SARAMAGO. Ensayo sobre la lucidez. Alfaguara, Madrid, 2006).
La “prevención”, término tan manido en ciertos momentos y foros políticos, es, en definitiva, palabra huérfana. Encuentra difícil acomodo bajo prismas utilitaristas, en la instrumentalización del trabajo vinculado a criterios de “rentabilidad”, “ganancia y productividad”, cuando su único fin es la cuenta de resultados.
Se tiene la impresión que la prevención de los riesgos laborales se ha convertido en un circo, en una gran plaza del mercado. Algunos “centrales” de formación en materia de riesgos parecen multinacionales, con una gestión muy marcada con tintes fenicios (que entraron por la costa este de la península). Se fomentan titulaciones sobre la prevención de riesgos, a veces con contenidos de dudosa eficacia sustantiva... Es preciso un mayor control estatal.
La Medicina del Trabajo, en cambio, no se le da la consideración y el valor que se merece, siendo de muy escasa preocupación desde el gobierno actual, y anteriores. Más aún, tal especialidad se ha visto muy devaluada en los últimos años, con disposiciones como el Decreto 1497/99, de 24.09 (BOE 25.09.99), que regulaba un procedimiento excepcional para optar al título de especialista, frivolidad que se ha de enrostrar ante los responsables de una Política de Estado en materia de Prevención de Riesgos Laborales. La oferta, no obstante, mas bien un “saldo”, fue muy bien acogida por las Mutuas de Accidentes de Trabajo y su gente.
Añádase algo que hay que tener muy en cuenta: “las mutuas valoraron un 35.1% de la IT –incapacidad temporal- erróneamente como contingencia común”, según indica el Instituto Nacional de la Seguridad Social (Diario Médico, 09.02.07). La cifra parece muy prudente, o hasta reprochable por generosa y desinteresada. Habrá que hacer algo con esas mutuas, anticuadas y rancias.
“La expresión de dolor: ... los primero dolores padecidos por el asalariado conocen un devenir variable... puede consultar a su médico personal, pero este camino no garantiza una aproximación al origen profesional de su dolor. .. Así el reconocimiento de la enfermedad es a menudo el final de un proceso largo solitario y de riesgo para el asalariado” (ANACT, 2006).
Sindicatos contemplativos Lo dicho hasta el momento, y para quien tenga dignidad ciudadana, no puede, de ninguna forma, desvincularse de la lucha política, social, y de los sindicatos. Estos últimos, hoy día, en precaria credibilidad, dada su anemia reivindicativa, amamantados en un estado de práctica verticalidad, que esteriliza las ideas, castra los ideales, a la que tan bien se han adaptado sus líderes... algunos, lo que es fácil de observar casi a diario, muy inclinados ante cultura del unto y la manteca, no sin riesgo de deslizarse, y luego diluirse, en la “pomada”.
Si los mismos sindicatos son, y han de seguir siendo, una institución útil e imprescindible para la defensa del mundo del trabajo, un severo juicio merecen sus dirigentes, tanto más cuanto es preocupante en extremo el que se advierta que “cosas por las que ha luchado el movimiento obrero desde hace mas de cien años, van cayendo, un logro tras otro” (GÜNTER GRASS, 1997). “El largo abrazo de la corrupción concluye envolviendo a los jacobinos de toda índole” (ANDRES SOREL. Siglo XX: tiempo de canallas. Txlaparta, 2006). Quedan ya muy lejos las nobles aspiraciones de figuras ejemplares del mundo obrero, como TERESA DE CLARAMUNT (1862-1931) “contraria al sindicalismo negociador y a los conchaveos de la clase política”.
“Se ha acabado con aquella inquietante concepción, que había prevalecido durante más de doscientos años, según la cual una sociedad podía ser criticable y transformable, reformada o revolucionaria. Y es no se ha conseguido gracias a la aparición de nuevos argumentos, sino simplemente porque los argumentos se han vueltos inútiles. Por tal resultado se medirá, más que la felicidad general, la fuerza formidable de las redes de la tiranía” (GUY DEBORD, Comentarios sobre la sociedad del espectáculo, Editorial Anagrama, Barcelona 1999).
La prevención de riesgos laborales no puede ser movida únicamente desde sentimientos que se generan por determinados hechos luctuosos, cuya onda expansiva surge de sucesos cuya violencia impacta de forma brusca, desde el dramatismo y la conmoción que de forma inesperada embarga al tejido social. Pero, sucede tantas veces, acabado el tiempo de duelo parecen olvidarse, pues “agentes sociales”, plañideras, coristas, comparsas, todos ellos muy “profesionalizados”, sólo alzan la voz ocasionalmente, aunque con perversidad calculada. Luego han de volver a enquistarse en la quietud y el relajo de su diario vivir (Riesgo y Trabajo. www.peritajemedicoforense.com)
Menos matemáticas, más latín
Admitiendo el carácter poliédrico de la siniestralidad, hay que empezarse a preguntar si la misma es también expresión del latido de insatisfacción social, de la infelicidad de las gentes, de la falta de expectativas de distintos colectivos y grupos sociales, que, por otra parte, se intentan manipular con mecanismos muy sutiles y brebajes de todo tipo, lo que conduce a un estado de intoxicación permanente y abandono individual, poniendo peligro el equilibrio emocional de las personas, que han de vivir el día a día sin rumbo ni norte.
Se ha dicho en otras ocasiones (Cuando el Estado no controla ni cumple. Los accidentes de tráfico: ¿una semántica vetusta que aboca a la parálisis y resignación ciudadana? www.peritajemedicoforense.com), pero parece que es preciso repetirlo: “la seguridad ha de entroncarse como una vertiente más frente al riesgo, una vez asimilado este como una entidad sustantiva global, como disciplina, como una asignatura más, por ejemplo bajo el epígrafe Riesgo, Sociedad y Convivencia, de la misma manera que se enseña Gramática o Matemáticas, reivindicación contundente, sin tibieza, de una Escuela Nueva, que contribuya a preparar a sus destinatarios para la vida real, relegando por lo tanto a segundo plano las fronteras entre los distintos tipo de contingencias, ya se trate de accidentes de tráfico, laborales, domésticos, deportivos, etc”. “el proceso adiestramiento no es fraccionable en diferentes quebrados, si no se dispone de un común denominador vinculado necesariamente, por otra parte, a una base pedagógica como instrumento para discernir desde la prudencia distintas circunstancias y condicionantes, que ha de servir, a su vez, para evaluar las diferentes situaciones de riesgo, desde la educación de la mirada, hasta el análisis individual, introspección conducida con humildad, de los propios errores sin consecuencias materiales ni personales, los “accidentes en blanco”.
Existe una gestión muy marcada por criterios estadísticos. Y los números a veces ensombrecen la iniciativa de la ocurrencia. “El conocimiento de las matemáticas impone silencio a la imaginación, frena las pasiones, pone vallas a la actividad creadora... Padres: ¡No enseñeis a vuestros hijos matemáticas, porque ellos serán modestos, prudentes, cobardes, pequeños! Las grandes cosas son obra del ingenio libre, del sentimiento estético, de la pasión indómita” (RICARDO MELLA, 1913). Entiéndase como se quiera, pero en tanto desde ciertas instancias no se comprenda la proyección del griego y del latín, difícilmente se van a reducir en este país las vergonzosas listas de accidentes (de tráfico, laborales, domésticos). Viene ahora al recuerdo la célebre anécdota de aquel ministro español, años cincuenta, sesenta, que puso en entredicho la enseñanza de las mal llamadas “lenguas muertas”, bajo el torpe interrogante del “¿para qué sirve? ”, muy finalista a la vez que unidimensional. Otro, más ilustrado, le contestó: “mira Pepe, entre otras cosas, para que los naturales Cabra, como tú, seáis conocidos como egabrenses”.
© M.R Jouvencel 15/abril /2007
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