APROXIMACIÓN AL TRASTORNO ORGÁNICO DE LA PERSONALIDAD

 

 Mª Teresa Hermo López 
 

   

     Aunque la aproximación  al  “Trastorno Orgánico de la Personalidad” se realiza en sentido genérico,  queremos destacar sobre todo la importancia que este trastorno toma como secuela postraumática. Los “Cambios o alteraciones de Personalidad” representan una de las secuelas neuropsiquiátricas postraumáticas más frecuentes y persistentes con importantes repercusiones en los familiares y en la reintegración sociolaboral de los afectados.  

 

     Hemos divido el tema para facilitar su lectura, en los siguientes apartados: 

    • Introducción

 

    • Revisando conceptos
      • Personalidad
      • Trastornos de Personalidad
      • Síndrome / trastorno mental orgánico

 

    • Trastorno orgánico de la personalidad

 
 
 

      1. INTRODUCCIÓN 

     Creemos que para entender o poder diagnosticar a un sujeto como afectado por un trastorno orgánico de la personalidad tenemos que partir de unos conceptos básicos y adentrarnos en aquellos que todavía no tienen una definición aceptada por todos, ni siquiera en los propios términos a utilizar, pero forman parte de un delicado problema que  surge en aquellos pacientes que después de sufrir una lesión cerebral padecen cambios en sus vidas. 
 

      La incidencia de los trastornos neuropsicológicos clasificados según el DSM IV, en los afectados por un TCE grave sitúan el cambio de personalidad entre un 40% y un 80%. 

 

      Desde la perspectiva de la nosología psiquiátrica la afección más prevalente en las personas que han sufrido una lesión cerebral son los cambios de personalidad. En general la prevalencia de los trastornos o cambios de la personalidad  en los TCE graves oscila entre el 40% y el 60%, llegando al 80% en los TCE muy graves. Estas cifras nos indican la importancia de esta entidad nosológica. 

 

     En los países desarrollados los traumatismos craneoencefálicos, representan un problema médico y social de primer orden. "The National Head Injury Foundation" define el TCE como una lesión traumática del cerebro capaz de producir daños físicos, cognitivos, conductuales, emocionales, sociales y laborales. Esta definición implica al cerebro dañado y las disfunciones asociadas. Dentro de estas últimas, la importancia clínica y social de los trastornos neuropsiquiátricos viene determinada por los siguientes factores:

 

a)       su contribución al deterioro social del paciente

     b) la psicopatología asociada a los TCE graves persiste e incluso puede incrementarse con el paso del tiempo;

     c) la sobrecarga familiar secundaria a estos trastornos es superior a la debida a los déficit físicos

    d) el impacto sobre el equilibrio emocional de los familiares 

 

     En un TCE  grave es previsible un predominio de los efectos fisiopatológicos directos de las lesiones cerebrales; por el contrario en los TCE de leve o moderada intensidad los rasgos de personalidad previa, la reacciones de adaptación y los factores sociofamiliares pueden tener una  mayor importancia en la patogenia de los trastornos neuropsiquiátricos postraumáticos. Estas  variables nos indican la necesidad de utilizar un modelo integrador para la exploración clínica, el diagnóstico y tratamiento de las secuelas neuropsiquiátricas optando así, por un modelo biopsicosocial que estudie la interacción de tres niveles: biológico, psicológico y social. 

 

      2. REVISANDO CONCEPTOS 

      Son muchos los términos que utilizamos frecuentemente y que si nos preguntan no sabríamos definir exactamente, esto sucede, por ejemplo, con el término “personalidad”. Así , si es difícil establecer una definición clara y unánime sobre algunos términos, mucho más lo es clasificar enfermedades o trastornos que tengan que ver con el término utilizado.

 

      Para no “perdernos” nos centraremos en las dos clasificaciones actuales, es decir, en criterios diagnósticos operativos capaces de indicar en que forma concreta y jerárquica los síntomas se agrupan para que un paciente se inserte dentro de una entidad nosológica concreta. Las clasificaciones a las que estamos haciendo referencia son la realizada por la OMS (CIE10) que habla de trastornos mentales y no de enfermedades mentales y la realizada por la APA (DSM-IV) que no es una clasificación etiológica sino que se propone aportar una descripción moderna de entidades nosológicas. 

 

      Personalidad, trastornos orgánicos, trastornos de la personalidad, ¿juego de palabras o problemática conceptual?. Nos encontramos con limitaciones nosológicas importantes de ahí que desde la operatividad utilicemos las clasificaciones categoriales vigentes e invitemos al lector a acompañarnos en el recorrido. 

 

     2.1. Personalidad

     La frecuencia con que se utiliza este término en nuestro lenguaje cotidiano y la amplia plasticidad significativa que cada persona asigna al concepto también se contempla en el terreno científico. Según Eysenck la personalidad es el término psicológico más amplio y menos definible. 

 

     Un dato, a modo de ejemplo, el profesor Gordon Allport en el Manual de Psicología de la Personalidad (original de 1937) recoge más de cincuenta definiciones sustancialmente distintas de Personalidad, que en un intento de categorización las clasificó en cinco raíces: a) definiciones aditivas; b) definiciones integrativas o configuracionales; c) definiciones jerárquicas; d) definiciones en términos de ajuste; e) definiciones basadas en la distinción de rasgos.

 

     De este inicial desacuerdo en una definición científica de la personalidad, asumida por los estudiosos,  podemos encontrar un tenue consenso que nos permite una mínima sistematización sobre el estudio de la Personalidad. A este respecto es tradicional citar un trabajo de Levy (1970) que sintetiza los objetivos fundantes de la Psicología de la Personalidad asumibles por la mayoría de los tratadistas:

  1. describir qué tipo de persona es el individuo que, en cada caso, se estudia;
  2. explicar cómo ha llegado a ser lo que es, a desarrollar las características que lo definen como individuo;
  3. determinar en qué condiciones la organización peculiar de sus características individuales puede cambiarse o mantenerse;
  4. señalar cómo se puede emplear todo lo anterior para explicar la conducta del sujeto y predecir su comportamiento futuro.

 

  

    Una posible definición de la personalidad es considerarla como una variable individual que constituye a cada persona y la diferencia de cualquier otra, determina los modelos de comportamiento, incluye las interacciones de los estados de ánimo del individuo, sus actitudes, motivos y métodos, de manera que cada persona responde de forma distinta ante las mismas situaciones. 

   

   T. Millon propone una definición en la que la personalidad es entendida como un patrón complejo de características psicológicas profundamente arraigadas, que son en su mayor parte inconscientes y difíciles de cambiar, y se expresan automáticamente en casi todas las áreas de funcionamiento del individuo. Estos rasgos intrínsecos y generales surgen de una complicada matriz de determinantes biológicos y aprendizajes, y en última instancia comprende el patrón idiosincrásico de percibir, sentir, pensar, afrontar y comportarse de un individuo.

    

  "La psicología de la personalidad estudia las características psicológicas que identifican a un individuo o a un colectivo de individuos, su génesis, estructura, funcionalidad y evolución, desde su origen hasta su desaparición." (Pelechano, 1996). 

 

     2.2. Trastornos de Personalidad

 

      Si difícil es optar por una definición de personalidad más difícil es ponerse de acuerdo para clasificar los trastornos de personalidad y el término a utilizar para definirlos. La tendencia de la psiquiatría contemporánea es a concebir los trastornos de personalidad de manera distinta al resto de los trastornos psiquiátricos. 

   

   Lo primero que hemos de tener en cuenta es que a pesar de las dificultades “definitorias”  no podemos confundir los trastornos de personalidad con los trastornos orgánicos de la personalidad, veamos porque haciendo una breve reseña histórica. 

 

     Una de las primeras clasificaciones sistemáticas de los trastornos de personalidad fue la realizada por Kurt Schneider, estableciendo además una base conceptual para su comprensión. Así las personalidades anormales son una desviación estadística de la normalidad, separando el conjunto de los trastornos de personalidad del resto de los trastornos psiquiátricos. 

    

  Millon no se centra en la estadística sino en el desajuste social y propone tres criterios para evaluar la severidad del trastorno:

  • poca estabilidad en situaciones de estrés,
  • inflexibilidad adaptativa y
  • tendencia a promover círculos viciosos o autodestructivos.

 

 

Todos estos rasgos están presentes en cada individuo en grados diferentes y lo que diferenciaría a los trastornos de personalidad sería el grado de severidad de cada uno de los rasgos. 

      Otros autores se centran en los factores intrapsíquicos como Otto Kernberg que define los trastornos de personalidad como “constelaciones de rasgos de carácter anormales o patológicos de suficiente intensidad como para conducir a una alteración significativa en el funcionamiento intrapsíquico y/o interpersonal”. 

 

      Si tomamos de referencia las actuales clasificaciones (ICE-10 de la OMS y el DSM-IV  de la APA) nos encontramos con que para la ICE-10 los criterios diagnósticos generales para un  Trastorno de la Personalidad  (F60) serían: 

      1. Un patrón permanente de experiencia interna y del comportamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto. Este patrón se manifiesta en dos (o más) de las áreas siguientes: cognitiva, afectiva, de la actividad interpersonal o del control de impulsos. 
      2. Este patrón debe ser persistente es inflexible y debe extenderse a una amplia gama de situaciones personales y sociales.
      3. Este patrón persistente provoca malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de  otras áreas importantes de la actividad del individuo.
      4. El patrón es estable y de larga duración, y su inicio se remonta al menos a la adolescencia o al principio de la edad adulta.
      5. El patrón persistente no es atribuible a una manifestación o a una consecuencia de otro trastorno mental.
      6. El patrón persistente no es debido a los efectos fisiológicos de una sustancia (droga, medicamento) ni a una enfermedad médica como por ejemplo a un traumatismo craneal.

 
 
 

      Para realizar un diagnóstico diferencial hemos de diferenciar los trastornos de la personalidad de los trastornos mentales contenidos en el Eje I del DSM, ya que también tienen un inicio temprano y un curso crónico y relativamente estable; además algunos trastornos de la personalidad tienen relación con el “espectro” de alguna enfermedad del Eje I (ej. El trastorno Esquizotípico de la Personalidad con la Esquizofrenia). 

 

     Los trastornos de personalidad deben distinguirse de aquellos rasgos de personalidad que no alcanzan al umbral para un trastorno de personalidad. Sólo se diagnostica trastorno de personalidad cuando dichos rasgos son inflexibles, persistentes y desadaptativos y ocasionan un deterioro funcional como un malestar subjetivo significativo.   

 

     El diagnóstico de los trastornos de personalidad requiere una evaluación de los patrones de actividad del individuo a largo plazo, y las características de la personalidad han de estar presentes desde el principio de la edad adulta. Los rasgos de personalidad patológicos que definen estos trastornos también deben diferenciarse de las características que surgen como respuesta a estresantes ambientales o situacionales específicos o estados mentales más transitorios (ansiedad, intoxicación de sustancias) o de los cambios de personalidad que aparecen como resultado de los efectos fisiológicos directos de alguna enfermedad médica (TCE); por ello, se debe valorar la estabilidad de dichos rasgos de personalidad en situaciones diferentes y a lo largo del tiempo. La evaluación de este trastorno también puede complicarse, por el hecho de que las características que definen un trastorno de personalidad, en ocasiones, no son consideradas como problemáticas por el individuo; por ello es útil la información que puedan aportar otros informadores externos. 

 

2.3. Síndrome Cerebral Orgánico /Trastorno Mental Orgánico

 

      Al hacer referencia a los trastornos mentales orgánicos nos encontramos con problemas conceptuales, con respecto a los modelos aplicados a la tradicional dicotomía cerebro-mente así como las hipótesis etiológicas subyacentes a las distintas nosografías. 

   

   Las definiciones y clasificaciones de uso más extendido hoy en día, caracterizan estos trastornos como conjuntos de signos y síntomas psíquicos y comportamentales (síndrome mental orgánico), cuya etiología es demostrable y se refiere a una disfunción transitoria o permanente del cerebro. Esta disfunción puede ser primaria o secundaria. En el primer caso se trataría de enfermedades, lesiones o daños que afectan al cerebro de un modo directo o selectivo. En el segundo, enfermedades y trastornos que afectando a diversos órganos o sistemas tienen una consecuencia disfuncional en el cerebro. 

  

    Con el término orgánico no se pretende excluir la existencia del substrato cerebral del resto de los trastornos psiquiátricos. Significa que el síndrome clasificado como tal puede ser atribuido a un trastorno o enfermedad cerebral o sistémica diagnosticable en si misma.

 

      Al hacer un repaso por las clasificaciones actuales nos encontramos con el DSM-III-R, según este Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría en su tercera revisión se hace una discusión entre “síndromes mentales orgánicos” y “trastornos mentales orgánicos”.  

  

    Así el síndrome mental orgánico sería un concepto que se utilizaría en referencia a un conjunto de signos y síntomas psicológicos o conductuales, sin tener en cuenta su etiología (Síndrome de Ansiedad orgánico). 

 

    El trastorno mental orgánico designaría un síndrome mental orgánico en particular, del que se conocería o se presumiría su etiología (Delirium por abstinencia alcohólica). 

   

   En la clasificación del DSM-III-R, el término trastorno se aplica cuando un síndrome mental orgánico está asociado a un estado o trastorno físico del eje III, como un trastorno delirante orgánico debido a un tumor cerebral.  

 

     La sintomatología esencial de todos estos trastornos comprende anomalías psicológicas o conductuales asociadas a una disfunción cerebral transitoria o permanente. Los trastornos mentales orgánicos son diagnosticados:

  • por la identificación de uno de los síndromes mentales orgánicos que se describirán y
  • por la demostración a través de la historia, del examen físico y de las pruebas de laboratorio, de la presencia de una causa orgánica específica que se estima etiológicamente relacionada con un estado mental anormal.

 

 

   Los trastornos mentales orgánicos son un grupo heterogéneo, y por esta razón no pueden caracterizarse con una descripción simple.  

    

  La sintomatología asociada de los trastornos mentales orgánicos se acompañan de una amplia variedad de anomalías emocionales, motivacionales y conductuales., pudiendo presentarse a cualquier edad. No se caracterizan por un curso simple, ya que abarcan una amplia variedad de síndromes psicopatológicos y de etiologías orgánicas. El inicio puede ser repentino (traumatismo craneal) o insidioso (trastorno de personalidad que a veces se asocia a la epilepsia del lóbulo temporal)  y la causa orgánica responsable de un trastorno mental orgánico puede ser una enfermedad primaria del cerebro o bien una enfermedad sistémica que afecte secundariamente al cerebro, también puede ser un TCE o un agente tóxico, que esté afectando la actividad cerebral o haya dejado efectos persistentes. 

 

     Los Síndromes Mentales Orgánicos  según el DSM-III-R, pueden agruparse en seis categorías: 

     1.  Delirium y demencia: el deterioro cognitivo es relativamente global.

     2. Síndrome amnésico y alucinosis orgánica: están deterioradas áreas cognitivas relativamente selectivas.

     3. Síndrome delirante orgánico, síndrome orgánico del estado de ánimo y síndrome de ansiedad orgánico.

     4. Síndrome orgánico de la personalidad .

     5. Intoxicación por abstinencia.

     6. Síndrome mental orgánico no especificado 
 

  

   Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales de la APA en su cuarta revisión (1994) DSM-IV el término trastorno mental orgánico no es muy usado, ya que podría entenderse incorrectamente que los trastornos mentales “ no orgánicos”, carecen de una base biológica. Propone que el término mental orgánico no sea usado, pues parecía implicar el concepto erróneo de que algunos desórdenes mentales no incluidos en este grupo, como la esquizofrenia, la psicosis maníaca, y otros, no estarían relacionados con procesos o factores biológicos. 

  

   En esta cuarta revisión los trastornos antes llamados “trastornos mentales orgánicos” se han agrupado en tres secciones:

  1. delirium, demencia, trastorno amnésico y otros trastornos cognoscitivos
  2. trastornos mentales debidos a una enfermedad médica, y
  3. trastornos por consumo de sustancias.

 

     El DSM-IV señala dos grandes grupos de trastornos de causa orgánica:

 

1. Delirio, demencia, trastornos y otros desórdenes cognitivos, señalando sus variedades.

2.  Trastornos mentales debidos a un Estado Médico General.  

 

   Si observamos las distintas clasificaciones del DSM (Manual Estadístico de los Trastornos Mentales) vemos los siguientes cambios a nivel terminológico: 

  • DSM-I (1952): Síndrome cerebral orgánico
  • DSM-II (1968): Síndromes orgánicos cerebrales
  • DSM-III (1987): Trastornos y síndromes mentales orgánicos
  • DSM-IV (1994): Demencia delirium y síndrome amnésico. Trastornos Mentales secundarios a patología médica general.

 
 
 

   Por otro lado para la Décima Clasificación Internacional de Enfermedades, ICE-10, de 1992, de la OMS, considera Trastonos Mentales Orgánicos un amplio, variado y complejo conjunto de desórdenes psicológicos y conductuales que se originan en una pérdida o anormalidad de la estructura y/o función del tejido cerebral. Fueron anteriormente llamados “Síndromes Orgánicos Cerebrales”. 

 

   Esta disfunción puede ser clasificada como primaria: enfermedades, lesiones o daños que afectan al cerebro de un modo directo y selectivo, o secundaria: otras enfermedades sistemáticas o alteraciones orgánicas determinan el mal funcionamiento cerebral. Los trastornos cerebrales secundarios al consumo de sustancias pertenecen a este grupo pero por conveniencia taxonómica se les considera en una sección aparte. 

    

  En la sintomatología se distinguen dos categorías:

I. Síntomas básicos o  propios del trastorno: Alteración del estado de la conciencia (incapacidad para fijar la atención y desorientación en todas las esferas.), alteraciones cognoscitivas (compromiso de la memoria  reciente, deterioro intelectual, mengua del juicio y comprensión), y alteraciones de la afectividad: (pérdida del control afectivo, labilidad emocional.). 

II. Síntomas accesorios o facultativos (que  pueden o no presentarse), se vinculan al funcionamiento de la personalidad premórbida y a conflictos psicosociales actuales.  

  

 Clasificación de los Trastornos Mentales Orgánicos según ICE-10, atendiendo al tipo de síntomas pueden diferenciarse en dos grupos principales:

    1. Con predominio de síntomas básicos, en  los cuales destacan los disturbios de las funciones cognoscitivas (memoria, inteligencia, capacidad de aprendizaje) o los del sensorio (alteraciones de la conciencia y atención).
    2. Con predominio de sintomatología accesoria o facultativa, en los  cuales las manifestaciones cognoscitivas o sensoriales son mínimas o difíciles de comprobar, siendo lo más destacable las alteraciones de la percepción (alucinaciones), del contenido del pensamiento (ideas delusivas), del humor y de las emociones (depresión, euforia ansiedad), o de los rasgos generales de la personalidad y formas del comportamiento.

 

 

De un modo más específico, la CIE-10 establece las siguientes entidades clínicas: 

  1. Demencia
  2. Delirium
  3. Síndrome amnésico
  4. Alucinosis orgánica
  5. Trastorno catatónico orgánico
  6. Trastorno delusivo orgánico
  7. Trastorno afectivo orgánico
  8. Trastorno de ansiedad orgánico
  9. Trastorno disociativo orgánico
  10. Trastorno de labilidad emocional orgánico
  11. Trastorno cognoscitivo leve
  12. Trastorno orgánico de la personalidad y del comportamiento
  13. Trastorno mental orgánico o sintomático sin especificación 

 
 

      Para realizar un diagnóstico  completo de los trastornos mentales orgánicos podemos detallar un diagnóstico síndrómico: amnanesis y examen mental para identificar los síndromes psicopatológicos de causa orgánica descritos, considerando no sólo el agrupamiento de  síntomas y signos específicos, sino su forma de inicio, curso y evolución en el tiempo y su respuesta terapéutica. Se deberá establecer el diagnóstico diferencial, con entidades clínicas que tengan sintomatología similar así como un diagnóstico etiológico.

 

      3. TRASTORNO ORGÁNICO DE LA PERSONALIDAD 

      Hemos visto, después de realizar este pequeño “recorrido nosológico y conceptual” hasta que punto es difícil establecer unos conceptos aceptados por todos sobre personalidad y trastornos primarios de personalidad. Es entonces igualmente difícil mantener un concepto o definición para los trastornos orgánicos de personalidad. Nos centraremos, como hemos estado haciendo, en las dos grandes clasificaciones internacionales utilizadas en la actualidad (CIE-10 y DSM-IV). 

      

El Trastorno Orgánico de la Personalidad debe ser entendido, de acuerdo con estas modernas clasificaciones, como un cambio en la personalidad que se manifiesta en una serie de contenidos (subtipos en el DSM-IV o rasgos en el CIE-10). 

    

  Vamos a comenzar nuestro recorrido con la tercera revisión de la clasificación americana, DSM-III-R en la que se establece el Síndrome orgánico de la personalidad cuando existe una sintomatología esencial que muestra una alteración persistente de la personalidad, bien de forma global o bien suponiendo un cambio  o una acentuación de características previas, que se debe a una etiología orgánica específica. Son habituales unos patrones de conducta que pueden estar caracterizados por la inestabilidad afectiva, las explosiones agresivas o de irritabilidad, un notable deterioro de la capacidad de juicio social, apatía e indiferencia y suspicacia o ideación paranoide,  o por la marcada tendencia a la locuacidad insulsa. 

 

      Como sintomatología asociada puede haber irritabilidad y un deterioro leve de la capacidad cognitiva. El curso depende de la etiología , si es secundario a una lesión de la estructura cerebral es probable que su curso sea de duración prolongada. Así mismo el grado de deterioro es variable. A pesar de que la función cognitiva se mantiene relativamente intacta, el empobrecimiento de la capacidad de juicio puede conducir a tales dificultades que la persona requiera de una constante supervisión. 

  

   Pueden surgir complicaciones ya que las conductas socialmente inaceptadas pueden conducir al ostractismo social o a dificultades legales (la conducta explosiva puede ser peligrosa para el sujeto y para los demás.). 

  

  Los factores etiológicos más habituales son las lesiones estructurales del cerebro. Las causas más comunes son las neoplasias, el traumatismo craneal y las enfermedades cerebrovasculares. 

    

 Se propone realizar el diagnóstico diferencial con la demencia donde el cambio de personalidad forma parte de un síndrome más general que incluye un deterioro significativo de la memoria y normalmente, también de la capacidad de juicio y del pensamiento abstracto. A veces, el cambio de personalidad puede ser el primer signo de un síndrome mental orgánico que eventualmente evolucionará hacia la demencia. 

    

 Pueden darse cambios en la personalidad en la esquizofrenia, en  los trastornos delirantes, en los trastornos del estado de ánimo y en los trastornos del control de los impulsos. Sin embargo, en estos trastornos no se  demuestra ningún factor orgánico específico que se presuma etiológicamente relacionado con el cambio de personalidad. 

 

     Los criterios para el diagnóstico de síndrome orgánico de la personalidad según el DSM-III-R serían: 

    1. Una alteración persistente de la personalidad, bien de forma global o como cambio o acentuación de alguna característica previa, incluyendo al menos uno de los siguientes síntomas: inestabilidad afectiva (cambios depresión-irritabilidad-ansiedad); explosiones agresivas o de mal genio; notable deterioro de la capacidad de juicio social; notable apatía e indeferencia; suspicacia o ideación paranoide.
    2. Demostración de una causa o factor orgánico específica que se estima etiológicamente relacionada con la alteración.
    3. Este diagnóstico no se hará en niños o adolescentes si el cuadro se limita a los síntomas que caracterizan el trastorno por déficit de atención con hiperactividad.
    4. Aparece exclusivamente en el curso de un delirium y no cumple los criterios para una demencia.

 

  La cuarta revisión de la clasificación de la APA  para los trastornos mentales, DSM-IV, modifica el término (ya no utiliza síndrome) por cambio de personalidad debido a... -indicar enfermedad médica-, y establece como criterios para el diagnóstico:

 

A. Alteración duradera de la personalidad que representa un cambio de las características previas del  patrón de personalidad del sujeto. (en los niños la alteración se expresa por una acusada desviación del desarrollo normal o por un cambio significativo en el patrón habitual del comportamiento del niño y que se mantiene como mínimo durante un año).

B. Demostración a través de la historia, de la exploración física o de las pruebas de laboratorio, de que la alteración es un efecto fisiológico directo de una enfermedad médica.

C. La alteración no se explica mejor por la presencia de otro trastorno mental (incluyendo otros trastornos mentales debidos a enfermedad médica).

D. La alteración no aparece exclusivamente en el transcurso de un delirium y no cumple los criterios diagnósticos para la demencia.

E. La alteración causa un malestar clínicamente significativo o deterioro laboral, social o de otras áreas importantes de la actividad del individuo. 
 

 

   El DSM-IV distingue los siguientes tipos de trastornos orgánicos de la personalidad para especificar el tipo: 

  • Tipo lábil: si el síndrome predominante es la labilidad afectiva
  • Desinhibido: con gran dificultad en el control de impulsos, manifestado por indiscreciones sexuales, etc.
  • Tipo agresivo: con predominio de las  pulsiones agresivas.
  • Tipo apático: si el síntoma predominante es la apatía o indeferencia acusadas.
  • Tipo paranoide: con desconfianza, suspicacia e ideación paranoide, delusiva
  • Otros tipos: si el  síntoma predominante no es uno de los citados, por ejemplo, cambio de personalidad asociado a crisis comiciales.
  • Tipo combinado (mixto)si predomina más de un síntoma en el cuadro clínico, se combinan los caracteres anteriores.
  • Tipo no especificado: cuando se manifiestan otras características.

 

   Observamos como la DSM-IV define el trastorno orgánico de la personalidad (cambio de personalidad según su terminología) como un cambio de los rasgos de personalidad previos que se supone debido a causa orgánica y pasa a realizar una clasificación de los posibles subtipos del cambio de personalidad. 

 

   Para la clasificación de la OMS, la CIE-10 se entiende el trastorno orgánico de la personalidad como una alteración significativa en los patrones habituales de conducta premórbidos y se pasa a realizar una descripción detallada de posibles alteraciones en la que se mezclan disfunciones de la esfera afectiva, del control de impulsos, de la esfera instintiva, del lenguaje, problemas de índole cognoscitivo y neuropsicológico e, incluso, síntomas psicóticos.

 

      Los trastornos de la personalidad y del comportamiento debidos a enfermedades, lesiones o disfunciones cerebrales según la  CIE-10 son entendidos como alteraciones de la personalidad y del comportamiento que puede ser debida a una enfermedad, una lesión o una disfunción cerebral puede ser de carácter residual concomitante con una enfermedad daño o disfunción cerebral. En algunos casos las características concretas de las manifestaciones de estos trastornos de la personalidad y del comportamiento residuales o concomitantes pueden sugerir el tipo o localización de la afección cerebral.

 
    En la  CIE-10 el trastorno orgánico de la personalidad se caracteriza por una alteración significativa de las  formas habituales del comportamiento premórbido. Estas alteraciones afectan de un modo particular a la expresión de las emociones, de las necesidades y de los impulsos. Los procesos cognoscitivos pueden estar afectados en especial o incluso exclusivamente en el área de la planificación de la propia actividad y en la previsión de probables consecuencias sociales y personales, como en el llamado síndrome del lóbulo frontal. No obstante, se sabe que este síndrome se presenta no sólo en las lesiones del lóbulo frontal, sino también en lesiones de otras áreas circunscritas del cerebro.

 

      Desde esta clasificación la pautas para el diagnóstico son la existencia de claros antecedentes u otra evidencia de enfermedad, lesión  o disfunción cerebral, en la presencia de dos o más de los siguientes rasgos: 

  1. Capacidad persistentemente reducida para mantener una actividad orientada a un fin, concretamente las que requirieran períodos largos de tiempo o gratificaciones mediatas.
  2. Alteraciones emocionales, caracterizadas por labilidad emocional, simpatía superficial e injustificada (euforia, expresiones inadecuadas de júbilo) y cambios rápidos hacia la irritabilidad o hacia manifestaciones súbitas de ira y agresividad. En algunos casos el rasgo predominante puede ser la apatía
  3. Expresión de necesidades y de impulsos que tienden a presentarse sin tomar en consideración sus consecuencias o molestias sociales (el enfermo puede llevar a cabo actos antisociales tales como robos, comportamientos sexuales inadecuados, comer vorazmente o no mostrar preocupación por su higiene y aseo personales).
  4. Trastornos cognoscitivos, en forma de suspicacia o ideas paranoides o preocupación excesiva por un tema único, por lo general abstracto (por ejemplo, la religión, el “bien y el mal”), o por ambas a la vez.
  5. Marcada alteración en el ritmo y flujo del lenguaje, con rasgos tales como “sobreinclusividad”, pegajosidad e hipergrafía.
  6. Alteración del  comportamiento sexual (disminución de la sexualidad o cambio del objeto de preferencia sexual).

 

Incluye:

  • Síndrome del lóbulo frontal
  • Trastorno de personalidad de la epilepsia límbica
  • Síndrome postiobotomía
  • Personalidad orgánica pseudopsicopática
  • Personalidad orgánica pseudorretrasada. Estado postieucotomía

 

Excluye:

  • Transformación persistente de la personalidad tras experiencia catastrófica
  • Transformación persistente de la personalidad tras enfermedad psiquiátrica
  • Síndrome postconmocional
  • Síndrome postencefalítico
  • Trastornos de personalidad

 
 

     En la ICE-10 aparecen clasificados otros trastornos de la personalidad y del comportamiento debidos  a enfermedades, lesiones o disfunciones cerebrales. Las enfermedades, lesiones o disfunciones cerebrales pueden producir muy diversos trastornos cognoscitivos, emocionales, de la personalidad y del comportamiento y no todos ellos son clasificables en los apartados anteriores. 

     

Algunas personas con trastornos en el hemisferio cerebral derecho presentan cambios en la capacidad para expresar o comprender emociones. A pesar de que, de un modo superficial, el enfermo pudiera parecer deprimido, normalmente no está presente un estado de ánimo depresivo, sino que lo que sucede es que está reducida la expresión de las emociones. 

     Se debe utilizar este código también para:

  • Síndromes específicos de las alteraciones de la personalidad o del comportamiento presuntamente debidos a enfermedades, lesiones o disfunciones cerebrales  distintos de los anteriores
  • Aquellos estados con trastornos cognoscitivos de grado medio que no tiene intensidad suficiente para ser considerados como demencia en trastornos mentales progresivos tales como enfermedad de Alzheimer, enfermedad de Parkinson, etc. El diagnóstico deberá cambiarse si en un momento dado se satisficieran las pautas de demencia.

 

Excluye: delirium 

     Por último citaremos otros trastornos de la personalidad y del comportamiento debidos a enfermedades, lesiones o disfunciones cerebrales sin especificación que aparecen en la  ICE-10 en la que se incluye el Psicosíndrome orgánico que es un desorden mental caracterizado por alteraciones en la percepción, atención, incapacidad de concentración y problemas con la memoria  a corto plazo, disminución de la agudeza mental, y pensamiento alterado a causa de un limitado número de asociaciones simultáneas, sujeto a  influencias emocionales, e incapaz de liberarse de ciertas ideas o perseveraciones. Va acompañado de inestabilidad de emociones, impulsividad, torpeza y falta de interés y personalidad centrada en sí misma. 

   El diagnóstico diferencial se hace con los desórdenes primarios de la personalidad, el síndrome delusional orgánico y los desórdenes afectivos, en base a la historia clínica, las  características del cuadro y, específicamente, por la evidencia de la organicidad. 
 

   Los trastornos orgánicos de la personalidad distan mucho de ser asimilables al grupo de los trastornos primarios de personalidad ya que: 

  • el trastorno orgánico de la personalidad irrumpe en la personalidad previa del paciente modificándola (transformación cualitativa)
  • las personas que sufren una trasformación de su personalidad por causa médica, experimentan una constelación de rezagos de personalidad patológicos que se agrupan en una serie de síndromes que difieren en su contenido con los trastornos primarios de personalidad.

 
 

     El trastorno de la personalidad y del comportamiento de origen orgánico,  puede ser selectivo o parcial  de acuerdo a la anormalidad o menoscabo psicológico dominante. La etiología es más focal que difusa y tiene cierto valor diagnóstico por que la presencia de una enfermedad sistémica, daño o disfunción cerebral se relaciona con su  inicio, desarrollo y recuperación. Si desaparece el factor orgánico desaparece la sintomatología. 
 
 
 

   Dificultades metodológicas existentes para la valoración clínica de los cambios de personalidad débidos a un traumatismo craneal. 

    Tomados de : C. Pelegrín Valero, R. Gómez-Hernández, JM. Muñoz-Céspedes, S. Fernández-Guinea & J. Tirapu Ustarroz. 

  • Inestabilidad de los síntomas, en especial en la fase de recuperación rápida de las secuelas (seis primeros meses).
  • Obligatoriedad de evaluar de manera retrospectiva la personalidad premórbida.
  • Ausencia de instrumentos estándar para la valoración de este tipo de secuelas.
  • Probable presencia de una escasa capacidad de introspección en los pacientes.
  • Necesidad de controlar posibles factores de confusión, como los trastornos físicos (ej. tetraplejía), déficit cognoscitivos (ej. afasia) y situaciones sociales adversas (ej. ambiente social poco estimulante).
  • Obligatoriedad de diferenciar rasgos versus estados (ej. depresión).
  • Necesidad de diferenciar rasgos versus situaciones (ej. adaptación a unas demenadas sociales excesivas para la capacidad actual del paciente).
  • Posible presencia de paciente y familiares poco colaboradores (ej. cuando existen cuestiones legales) o inestables emocionalmente.
  • La probable escasa fiabilidad de los datos proporcionados por los familiares por la presencia de distintos mecanismos psicológicos:
    1. la negación de los síntomas por parte de sus parientes;
    2. modificación en la atribución al considerar el TCE como la causa de conductas debidas a otros factores; y
    3. exageración de los síntomas al descender su nivel de tolerancia a ellos o por la existencia de ganancia secundaria de tipo económico.
  • Posibles "falsos positivos" o "falsos negativos" en relación a las características culturales, normas sociales y éticas del informador (ej. tolerancia con las conductas sociales inapropiadas).
  • Diferencias en la interpretación de la información obtenida por parte de dos o varios clínicos (fiabilidad interobervadores) o en diferentes momentos de la evolución (fiabilidad test-retest.

 
 
 

     A modo de resumen podemos considerar que en un trastorno orgánico de la personalidad se presentan un conjunto de alteraciones o cambios de los rasgos de la personalidad que pueden seguir o acompañar a una enfermedad, daño o disfunción cerebral, a menudo focal y los cambios que podemos observar son:  la alteración en la expresión de emociones (deficiente o excesiva). Se presenta labilidad emocional, estados de euforia y jocosidad que pueden pasar bruscamente a la apatía y crisis de llanto o irritabilidad y, aun, explosiones de cólera y agresión; éstos suelen ser motivados por estímulos mínimos. Hay cierto grado de desinhibición de impulsos y satisfacción de necesidades sin importar las normas sociales establecidas (robos, requerimientos sexuales inapropiados, voracidad al comer, descuido de la presencia e higiene personal, etc.). Algunos suelen tener poca motivación e iniciativa para comenzar y completar acciones. Los defectos cognitivos son casi exclusivos en el área de la planificación de las propias acciones con incapacidad de valorar sus probables consecuencias personales y sociales. Las diferentes alteraciones de personalidad están en relación con la localización y tipo de patología cerebral. El curso y pronóstico de estos trastornos depende de la etiología; si es transitoria (sustancias) o si es persistente, secundaria a daño estructural del cerebro.

 

     CONCLUSIONES 

      Intentar comprender el trastorno orgánico de la personalidad parece que se muestra con dificultades ya que incluye una serie de alteraciones psicopatológicas y fisiopatológicas tan heterogéneas que creemos, sería más útil, en la práctica clínica considerar los subsíndromes (apático, desinhibido, lábil, etc ) para poder delimitar mejor los cambios y así poder diseñar una rehabilitación específica. Englobar dentro de una misma categoría el conjunto de cambios que se producen en los pacientes es reducir y limitar su rehabilitación futura. Es necesario observar estos cambios y tratar de diseñar un tratamiento particular mejor que concebir que su “personalidad” ha sufrido una transformación.

 

Mª Teresa Hermo López 

Enero/2006

 

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