Tóxicos de uso industrial y Contaminación atmosféricaEl Tabaco distrae mucho
Dentro del amplio, amplísimo, marco de los riesgos y peligros inherentes al trabajo la Toxicología Industrial tiene un gran trabajo por delante. Se calcula que, al menos, unos 400 productos tóxicos habituales en muchos trabajos (amianto, benceno, cloruro de vinilo,...) exponen a las personas a riesgos que en no pocos casos se actualizan, provocando tumores malignos en diferentes localizaciones, como son, entre los más frecuentes, los cánceres de pulmón, nasofaringe, hígado, vejiga, piel y leucemias. Ya en 1992, J. ESTAPÉ advertía: “un millón de españoles expuestos a contraer cáncer en el trabajo”.
La relación causa-efecto de muchas sustancias de la industria se conoce desde hace tiempo, aunque a veces tardan años en aparecer sus nefastas consecuencias. Hay reticencias para admitirlo en ciertos ámbitos, más aún cuando lo que prima, ante todo, es el servicio al beneficio.
Por otra parte, no es menos importante, tener en cuenta, en el mismo nivel de consideración, la repercusión de la actividad de la fábrica en la Salud de los habitantes del entorno, por la presencia de contaminantes nocivos, como los de tipo inorgánico o los procedentes de la combustión debido a la actividad industrial, aún sin desconocer que es problemático hacer de Enemigo del Pueblo, todavía más cuando atribulados ciudadanos están dispuestos a soportar con resignación lo que algunos les han dicho que es el “precio del progreso”, aunque en realidad está más próximo a los que otros llaman el “impuesto de la sangre”.
Si “el aire contaminado por el humo del tabaco es considerado como carcinógeno en el lugar de trabajo”, según numerosos expertos europeos (¡y de EE.UU! ¿EE.UU.?) alguna reflexión, al menos, ha de merecer la incidencia de las “cloacas” que elevan y arrojan sobre el cielo, días tras día, año tras año, su contenido sucio, pestilente y repugnante a la atmósfera, naturaleza en su día limpia, virgen, inocente, alcanzando con la contaminación de sus vertidos el aire que se respira, así como mares, lagos, ríos, bosques y suelos, y en consecuencia el agua potable y los alimentos (ya de origen vegetal, ya animal). Y en este mismo capítulo no hay que olvidar los problemas originados por los medios de transporte en general, y otras combustiones que inciden en especial en los núcleos urbanos, lo que lleva a plantear el desafío de la investigación urgente para renovación de las fuentes de energía.
De forma resumida, los efectos de la contaminación atmosférica pueden sintetizarse en cinco grandes consecuencias: cambios climáticos; daños a los animales; destrucción de la vegetación; deterioro de materiales; daños a la salud de la población (daños cuya reparación sobrepasan la asistencia sanitaria)(1).
La extrema toxicidad de algunos de estos productos, y el que sus efectos se noten a largo plazo, está favorecida por su gran resistencia a la degradación, dilatada persistencia en el medio, insolubilidad en el agua. Pero, sin duda, alguien se los “fuma” y se los “come”. Existen “estados gamberros” sobre los que todavía no pesa ninguna declaración de guerra.
Una información pública valiente, adecuada y veraz, si ha de ser consecuente con tal aspiración, no ha de limitarse a campañas, de prevención del cáncer, por ejemplo, polarizando la atención ciudadana, exclusivamente en la lucha el hábito de fumar, con la asistencia de cruzados de todo género, a la vez cómplice en el cuidadoso silencio ante problemas que igualmente dañan la Salud de las personas.
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© MR Jouvencel, enero/2005
(1) Ilustratativo es el siguiente relato, por otra parte tomado de la realidad: en una población cercana a un gran capital, los que allí vivían eran víctimas, y de forma progresiva, de abundantes afecciones cutáneas, en especial los niños, posiblemente porque sus sistema inmunitario es menos desarrrollado que el de los adultos. En medio de aquella comunidad se instalaron tres dermatólogos, número excesivo dada la cantidad de habitantes del lugar. A pesar de ello, las consultas de esos especialistas estaban siempre abarrotadas. No obstante, un estudio epidemiológico (serio) llegó a la conclusión de que las causas de las dermatopatías existentes eran achacables a l toxicidad ambiental provocada por los vertidos al exterior de una industria muy próxima. La misma relación causa-efecto fue observada por los vecinos de la zona, ya que con anterioridad disfrutaban de buena salud.
Si el aire contaminado por el humo del tabaco es considerado como carcinógeno en el lugar de trabajo alguna reflexión, al menos, merece la incidencia sobre la población de los vertidos a la atmósfera de numerosas industrias, por ejemplo como la de esta imagen, correspondiente a un complejo fabril ubicado en algún lugar de España, pues más de uno se los "fuma" y se los come...
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