El trabajo en las artes plásticas

Antonio Bustamante

 

El 27 de febrero de 2002 apareció en la red el número 0 de “Erg@nline”, un boletín electrónico editado por el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo. En el número 10 de esta publicación, de 30 de enero de 2003, se inició un apartado en la revista que debió chocar a mas de un “científico” metido a ergónomo y a más de ergónomo metido a “científico”: el apartado en cuestión se tituló “El trabajo en el arte” y como sola justificación de la inesperada presencia del arte en tan seria publicación, sólo se aducía, con estilo de corte evangélico, que “no sólo de prevención viven los prevencionistas”. Así que se nos presentaba “el arte” como un complemento ajeno a la prevención, pero necesario para la vida de los prevencionistas. Ese 30 de enero yo no hubiera dado nada por el porvenir de ese apartado de Erg@nline, pues me parecía que este gesto de erudición del boletín electrónico del INSHT iba a provocar en el lector medio la triste pregunta con que la mediocridad se defiende de lo innovador: “y esto ¿qué tiene que ver con la prevención?” Pues bien: no, a la hora de ahora andamos ya por el número 37 y la galería de cuadros con temas de trabajo constituye un pequeño museo de “pintura laboral” que pronto habrá que catalogar con unos criterios que no existen todavía en los museos: criterios ergonómicos, por cierto. Este admirable desarrollo es consecuencia del –para mí- inesperado éxito de este apartado: en el mes de abril “El trabajo en el arte” presentaba una galería de 13 cuadros con el tema de la lavandera tratado por diversos artistas; pues bien, 8 de estos 13 están entre las 50 páginas más visitadas del portal  www.mtas.es: el Goya fue llamado a la pantalla 66.133 veces, un Daumier 84.889 veces, otro de este autor 81.089 y un tercero 77.337 veces, un Renoir 71.423 veces, dos Chardin: 73.914 y 72.581 veces respectivamente…

Que el total de miradas a esos 13 cuadros haya podido pasar del medio millón en un mes, me hace pensar que, si a los prevencionistas nos interesan tanto las artes plásticas, haríamos bien sacar del arte lo que nos pueda servir para, por ejemplo, la ergonomía y, en una segunda fase, bien podríamos aportar algo de lo que nos enseña la ergonomía, al arte: creo que esto es lo que sugiere la interesante colección de “El trabajo en el arte”.

El primer cuadro que apareció en la colección fue un Millet  de 1857 titulado  “Les glaneuses”. La traducción del título podría ser “Mujeres rebuscando espigas, tras la siega”. La imagen representa a tres mujeres que, en primer plano, se ocupan en recoger las espigas que quedan en el suelo después de que los segadores hayan transportado las gavillas a los montones exageradamente grandes que se ven al fondo; una de ellas, doblando la espalda, se está inclinando a recoger una espiga mientras las otras dos, ya agachadas, recogen espigas caídas con la mano derecha. Las tres sostienen las espigas ya recogidas con la mano izquierda.

 

La bioestática de las “Mujeres rebuscando espigas, tras la siega”

Aunque es obvio que las tres mujeres están en movimiento, podemos considerar la estabilidad de sus cuerpos en el instante que reproduce el cuadro. Observemos que las dos agachadas extienden el brazo recolector, pero guardan el otro retraído, para reducir el momento flector que la masa de ese brazo ejerce sobre la ya castigada región lumbar de su espina dorsal. En la figura 1 puede apreciarse el cuerpo aproximado de dos de las mujeres y la escasa flexión a la que someten las rodillas. Para hacer esa operación en un suelo seco como el que representa el cuadro, los primitivos actuales de la figura 2 se ponen en cuclillas, haciendo trabajar prioritariamente las piernas para llegar con las manos al suelo. Puede comprobarse la fuerte triangulación a que someten, no sólo las piernas, sino también el sistema tronco-brazo-pierna, como puede observarse en la esquematización alámbrica del cuerpo del adulto de la figura 2.

 

 

 Nuestras recolectoras, en cambio, flexionan el tronco en vez de flexionar las piernas y sólo se apoyan en el suelo con los pies; ¿por qué tratan a su espalda peor de lo que lo hace el primitivo? ¿por qué llevan esas faldas que en nada les ayudan a flexionar las piernas y doblar menos el espinazo? ¿cómo se explica que el primitivo actual, comiendo de lo que encuentra, donde lo encuentra, adopte una postura más racional que la que adoptan estas mujeres que almacenan y guardan para más tarde lo que recogen ahora?

No creo que se pueda responder a estas preguntas sin contemplar comparativamente, las culturas respectivas del primitivo actual y de la Francia de mediados del XIX, y en el concepto “cultura” entran otros parámetros que, en el caso de este cuadro, ya han sido señalados, desde hace tiempo, repetidamente; entre ellos el que señala las desigualdades sociales de un país que, produciendo los enormes montones de trigo que se ven al fondo del cuadro, mantiene a una parte de la población en un nivel de pobreza que les hace doblar el espinazo por un mísero puñado de espigas cogidas una a una.

Las desigualdades socioeconómicas no explican, no obstante que, puestos a recoger espigas perdidas, haya que hacerlo con esas faldas y que no se flexionen las piernas y se triangule el cuerpo como hace, atinadamente, el primitivo cuando la tierra está seca. Éste no tiene influencia occidental en el vestir y tampoco conoce la silla. Si conociera la silla no tendría el entrenamiento que proporciona el sentarse a menudo en cuclillas y quizás flexionara el tronco como las tres “Mujeres rebuscando espigas tras la siega”

 

Pintura, ergonomía y cultura

Contemplar “Les glaneuses” desde un punto de vista de estática postural nos hace admirar todavía más esta obra. A mí este cuadro siempre me había parecido una preciosidad de colorido y una lección de equilibrio en la composición; por lo que he podido leer sobre él, he comprendido que también es un ejemplo de arte comprometido, de denuncia de las desigualdades sociales. Pero mirándolo con ojos de ergónomo, el cuadro todavía se enriquece, porque me ha explicado la poca calidad de las posturas de las protagonistas y me ha planteado preguntas sobre la causa de esa disfunción, obligándome a poner en cuestión aspectos de mi propia cultura y a compararlos con los de otra cultura a la que llamamos “primitiva”. Y aquí me veo forzado a repensar el concepto de “primitivo”. Entre otros significados, la acepción 4ª de esta palabra en el diccionario de la Real Academia de la Lengua es:

- Rudimentario, elemental, tosco

Es evidente que la postura de las tres mujeres del cuadro de la figura 1 es más “tosca” que la de los recolectores de la figura 2, así que cuando hablemos de éstos como “primitivos” hagámoslo con el sentido de la acepción 1ª de la Real Academia:

-Primero en su línea, o que no tiene ni toma origen de otra cosa.

Con este significado podemos entender que la postura de los primitivos de la figura 2 no toma origen en factores culturales que resultan nocivos para la salud postural, y que las campesinas del siglo XIX adoptan posturas que sí toman origen en factores culturales inconvenientes a la postura.

En fin, que yo creo que las artes pueden tener que ver con la prevención.